martes, 8 de febrero de 2011

Atando cabos deshilachados

Hace dieciocho años más o menos, en un momento en el cual se suponía que mi presente estaba definido y mi futuro ligeramente asegurado, el destino, o la casualidad ( o causalidad), elegid vosotros, quiso que un par de sucesos en concreto dieran al traste con esa pretendida estabilidad.



El resultado fueron unos cuantos días, cerca de un mes, de falsa libertad y algunas cosas más que, cuando son la novedad y quien las experimenta es demasiado ingenuo, te llenan los vacíos que otros dejaron tras ellos. El resultado fue la pérdida de un primer trabajo conseguido por la gracia de una tercera persona, un trabajo cerca de casa, porque claro, según qué sitios estaban muy lejos y eso no interesaba; la pérdida de la confianza familiar depositada en mí, por supuesto, y la obtención de calificativos como rebelde, conflictiva y cosas por el estilo. eso en cuanto al entorno; para mí, los hechos que desencadenaron lo que dio lugar a esta anécdota supusieron mi primera decepción en cuestiones familiar y laboral.



Bueno, el caso es que han tenido que pasar esos años que comento arriba para que me dé cuenta de cosas que siempre han estado ahí, pero que en su momento me pasaban desapercibidas. Y me pregunto por qué no nos dan un manual de instrucciones personalizado conforme al sujeto y momento en cuestión para hacer uso de nosotros mismos.



Cuando menos sería interesante y tendría su gracia.



"Procura que no baje tu autoestima"
"Intenta acercarte a tus metas"
"Te estás equivocando"



Algo así.
Un mensaje claro y conciso.
Tal vez muchos no lo necesiten pero hay que pensar en las minorías.
Siempre hay alguien demasiado obtuso o negado para saber utilizar sus pros y neutralizar sus contras.



¿Y a qué viene todo esto?



La respuesta es tan sencilla como increíble, bueno, en realidad es más increíble que sencilla.
A través de aquellos días borrosos vividos hace tanto tiempo ha llegado a mi memoria una tarde en concreto; en el bar musical de turno, pasados de vuelta todos, unos por unas cuantas cervezas y otros por cosas algo más caras y que no procedían de la barra. Una tarde verdaderamente aburrida, faltaban los clásicos que entretenían la velada y los asistentes matábamos la espera dándole a la juke-box. por aquel entonces lo que sonaba eran cosas tan diametralmente opuestas como el "sad but true" de metallica, algo que me ha acompañado mucho tiempo despues de aquella etapa y el "sweet harmony" de The beloved.



Bien; el caso es que tantas veces como intenté que sonara la balada tantas veces salió una canción estilo flamenco. Y no; no estaba perdidamente borracha; con el punto, como decíamos entonces, puede; pero borracha no. yo pulsaba el botón correcto y en vez de sonar lo que se suponía que debía escucharse comenzaban los rasgueos de una guitarra española. En aquel momento solo supuso una pequeña decepción; me apetecía oír esa canción y no hubo manera; pero con el paso del tiempo he llegado a creer que lo que pasó realmente fue que la canción se negó a sonar y huyó como pudo de aquel antro de almas en pena disfrazado de music-bar cool.



La experiencia más cercana que tengo de algo parecido fue en otro momento de tristeza extrema, más próxima al presente en el tiempo, la diferencia estriba en que la canción vino a hacerme compañía de una forma inesperada. como el brazo de un buen amigo sobre los hombros. porque a veces los nudos de los sentimientos están tan apretados que se necesita el bálsamo de una buena canción para conseguir deshacerlos.










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