miércoles, 10 de agosto de 2011

El surrealismo que me gusta

No entiendo de pintura.
De hecho, no entiendo con profundidad de casi ningún tema.
Pero me gusta, como a casi todo el mundo.
No me voy a extender, solo os voy a poner algunas imágenes de obras que me gustan especialmente de mi pintor favorito. 


































miércoles, 16 de marzo de 2011

La pasta es la pasta...

He de confesarlo: soy una persona que, a pesar de ser bastante cerebral, en esto del arte soy un sentimental de mierda. Tomo absurdos cariños, delirantes afectos, empatías totalmente prescindibles si de lo que queremos hablar es de arte -ya sea pintura, escultura, arquitectura, cine o literatura-. ¿Acaso no debería exigirme a mí mismo un poco de rigor, de objetividad? Lo sé, lo sé: "la objetividad no es posible, Álvaro". Tópico. Suele ser así.

Pero hoy, haciendo un gran esfuerzo por acercarme al ideal de la objetividad, hablaré de mis grandes decepciones cinematográficas.

En primer lugar, no puedo mirar hacia otro lado cuando se trata de Scorsese. Es, era un fetiche, un autor de culto, uno de esos que, cuando uno reunía el valor suficiente para soportar "¡Qué grande es el cine!", programa conducido por el fumador y director de algo -que él dice que es cine- Garci, le despertaban una y mil esperanzas de cine con mayúsculas, un increíble travelling en vez del típico zoom setentero, un super plano detalle de la mano de un De Niro pirado que, mediante ella, dice "lo sé todo sobre ti" sobre un escritorio, delante de una Cybill Sepherd espléndida.  Martin, el bueno de Martin fue siempre un seguro de cine con mayúsculas, de cine para estudiarlo detenidamente, de cine apoteósico. Pero llegó, supongo, Mr. Muchamuchapasta y todo se fue a la gran mierda con ese bodrio de acontecimientos sin ton ni son, en un escenario paupérrimo con actores del tres al cuarto (a excepción de Daniel Day Lewis) y todo ello bajo el título de "Gangs of NY". ¡Pero bueno, Martin, qué coño te pasó! ¿Es que ahora te va hacer pelis para el sector hipotalámico? No es normal que un espectador hace 11 años adorara al mago R.Scott (o sea, el que convierte la mierda en dinero) y renegara de ti acusándote de "complicado", de "autor"... y ahora, ese mismo tío vaya a ver tus pelis como si fueran revelaciones marianas. No me lo explico. Y luego... con el grandísimo gusto que siempre tuviste para los repartos y, sobre todo, para tus actores fetiche, y ahora pierdes el culo por ese cuerpo extraño con rostro de niño arrogante y malhumorado de Di Caprio. ¡Venga ya! Martin, colega, ¡se trataba de hacer cine, no un chorizo!

En un segundo lugar, aligerando quizá mi patente objetividad, ha llegado la hora de Aronofsky. A él le debo 84 minutos de placer total cinéfilo con "Pi: fe en el caos", donde imagen y sonido son la mejor definición de una migraña crónica y una paranoia creciente. Luego nos regaló otro gustazo de largometraje: "Requiem for a dream", y, a pesar de elegir a Leto como protagonista guaperas y yonqui, el film sació con creces esa fiera necesidad de una experiencia cinematográfica total (imagen+sonido+historia), también oscilando aquí y allá entre la esquizofrenia, la paranoia, las enfermedades mentales, en fin. Pero llegó con su nuevo guión "La Fuente de la Vida" y productores con mucha mucha mucha pasta señalaron con el dedo al guaperas -y pésimo actor- Hugh Jackman y a la irritante Rachel Weisz y Aronofsky puso la mano hasta que sintió el peso de los billetes. Tuvimos un respiro con "El Luchador" y resucitó a un muy muy muy fiambre Micky Rourke. Y ahora toca "El cisne negro", que tiene toda la pinta de bodrio, podría parecer un bodrio, pero no os equivoquéis... es un bodrio (el padre del marxismo v 1.2. mediante).

Llegó un invierno del 98 como un aire fresco con fragancias venecianas, pero un clink clink de máquina tragapasta sonaba detrás de cada fotograma. Herskovitz nos ofrecía como quien enseña una salchicha a un perro su estofado de época "Más fuerte que su destino", infumable, insoportable, una clara y desafiante invitación al sepukku, al suicidio ritual: acudir a la sala de cine, tomar nuestro wakizashi introducirlo en nuestro abdomen y cortar de izquierda a derecha, volver al centro y luego un tajo hacia arriba. Pasta, pasta, pasta.

¡Y qué podemos decir de la Holland! La que nos regaló aquella visión sentimentaloide de Corin Tellado de la Segunda Guerra Mundial y su prota llamado Quépobrecitosoy, y, cómo un servidor, sin haber aprendido la lección de esa tortura infumable de 2 horas y pico, aún tuvo el coraje de videar con estos glasos que hoy leen estas líneas su golpe de tortura final: "Copying Beethoven", donde un Beethoven de ciencia ficción -a la altura de Darth Vader- no era el auténtico autor de sus obras sino una muy oportuna Krueger que le soplaba las partituras... O sea, que la tortura no era ya solamente aquel film infumable de planos a base de Mr. Monopoly, sin interés artístico alguno, ahora, también se trataba de coger al pobre Ludwig Van, que ya tuvo bastante con derribar los muros de su sordera y componer lo que compuso, y someterlo a escarnio y degradación. En fin, ¿qué más podría esperar uno en una sala de cine? ¿Un ataque nuclear?

Esto es lo que sucede cuando la pasta se convierte en mucha mucha mucha pasta. Y muy pocos son los que sobreviven a pesar de ella (mis adorados Cohen, Attenborough, el bueno de Takashi Miike, o el gran Jim jarmush).

¡Menos mal que  el otro lado de la balanza compensa y junto al jin encontramos el jan!

martes, 22 de febrero de 2011

D.I.J.

"... And, with dark carbonation,
I found my thirteen years of carrion..." 
                                         death in june






2004. Un pequeño local, con mesas redondas pequeñas, con lámparas y todo; un pequeño escenario delante de ellas y, a la espalda la barra de bar. Esta noche tres tíos vestidos de forma extraña tocan una acústica, un xilófono y una trompeta. El humo de los cigarrillos inunda el lugar. El cantante, de rostro claro pero duro -como aquellos actores del período clásico del cine negro americano - lleva una aviadora beis de cuellos abiertos y unos pantalones de color marrón oscuro, ambas prendas Dockers, como manda el canon de las tabernas yanquis de marineros y toda suerte de soldadesca años cuarenta. Parece como si hubiéramos saltado atrás en el tiempo; hemos saltado atrás en el tiempo.

Dos años antes Detritus, el gran pintor de la desesperanza a golpes de expresionismo y cartelismo ruso -en igual proporción-, me había comentado, mientras yo le entrevistaba para un trabajo de investigación para la asignatura "Arte de las últimas vanguardias", que había asistido al concierto de unos "artistas totales". Pregunté el nombre del grupo; en realidad, ni sé por qué le pregunté; quiero decir, a él le iba el postpunk como a mí, y, tal vez, algún que otro escarceo con el rock gótico de los ochenta -normal, teniendo en cuenta que él nació en Donosti y su juventud transcurrió en las vascongadas ochenteras y viajes por países dispares exponiendo sus "últimos gritos"-, y era una soberana tontería, una obviedad que sería algún grupejo garajero del rollo Manchester o sOHO NEOYORQUINO. sin embargo, me colé. De sus labios salieron las tres palabras mágicas: "DEATH IN JUNE".

Me quedé boquiabierto, claro. No es que Death In June fueran totales, o postpunk, o... lo que sea. No. sucede que, como cada persona tiene sus fetiches, Death in June eran un fetiche secreto mío; ¿por qué secreto? Bien, no estaban, no están demasiado bien vistos. ¿por qué no? Bueno, son contraculturales, o... mejor dicho, son una chinita contracultural en el zapato de muchos. ¿Por qué son contraculturales? ¡Oh, venga! ¡Dejad de preguntar y repetir todo lo que digo! Estamos hablando de tres tíos que, desde el 80, y haciendo perfomances vestidos de SS decían lo que nadie se atrevía a decir, y haciendo la música que nadie osó crear. Sí, habéis oído bien, drugos hermanos: vestiditos de SS, como nazis; esto, claro, como ahora mismo vosotros estaréis pensando (y cayendo en la fácil trampa del prejuicio) ha hecho que la gente piense que son un grupo de ultraderecha; no, nada de eso; son provocadores, son dadá, son el arte llevado al extremo, como Duchamp, o como aquel Hugo Ball. En un concierto, a mediados de los ochenta casi son linchados por unos ultraderechistas que acudieron al ver ciertos símbolos nacionalsocialistas en los carteles que anunciaban la actuación del grupo; en otras ocasiones, al burlarse de las dos neuronas de los habituales tres o cuatro skinheads que acuden a sus conciertos, suelen ser abucheados. No les importan estas tonterías: ellos nos enseñan qué fácil es, no ya portar símbolos sinónimos de la devastación y el holocausto, sino hacer propaganda de ellos. 

Explicado el pequeño pormenor de la apariencia, sus piezas son mezcla de un profundo amor por la vanguardia y por la tradición musical, no sólo folk, sino también, por el jazz. Volviendo de nuevo a aquella habitación con olor a trementina de mi buen amigo Detritus, recuerdo que me sentí aliviado. Al llegar a casa, me metí en el estudio y puse en el reproductor de cd el mítico "Rose clouds of holocaust" y la trompeta lejana de aquel "13 YEARS OF CARRION",  tema para carroña enferma de tedio crónico como este drugo vuestro me llevó a un estado mental de paz, de tranquilidad, de armonía; se acabaron los tinglados burocráticos, los madrugones y el estrés del transporte público, los yonquis muertos de ganas por un buen picotazo, y las cotillas a la puerta de los portales, se terminaron las crónicas aburridas y uniformes de los telediarios, y las portadas invariables de los noticiarios de tirada nacional, expiraron las agujas del reloj, y ningún avión volvería a cruzar el cielo, no se volverían a verter millones de toneladas de crudo, ni se someterían a pueblos y culturas, ni mandaría el dinero... TOdo eso, hermanitos míos, había terminado, y las únicas cosas que regían aquel mundo de armonía y paz eran una guitarra acústica, la golosa del bueno de Douglas y la morfinosa trompeta que parecía apaciguar la sangre de mis venas. 





No es sólo un gran grupo, independiente, aislado musicalmente del "planeta comercio", sino, además, la voz de los que nunca son escuchados, la voz de aquellos a los que a nadie le gusta escuchar. En wiki pOdemos encontrar esto:

 Pearce, who is openly homosexual, has collaborated with various ethnic Jews throughout his music career. The official Death in June website site featured the flag of Israel, and Death in June played a concert in Israel on June 18, 2004 for a predominantly Jewish audience.

Pearce, no sólo es abiertamente homosexual, sino que, además, se precia y está orgulloso de haber colaborado con personas de otras etnias y culturas a lo largo de su carrera. Por eso, ¿por qué no entrar de nuevo en ese local, ver a Boyd, Douglas y Pearce concentrados en su música, hermética, circuito cerrado,  repitiendo como un mantra, como un trance o peaje hacia ese universo tan particular, minimal, distinto, obsceno pero relajante, donde Hitlers vestidos de amas de llaves y ligueros provocadores besan la punta del zapato de un rabino con lascivia e hipopótamos voladores defecan sobre skinheads ridículos, y los ejércitos mejores son los que son abolidos, y una paz de sinceridad y sabiduría coexistencial inunda un planeta de atmósfera jazzística, tranquila, pacífica.


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miércoles, 9 de febrero de 2011

Placeres desconocidos

Fue una mañana del 98. Fui a casa de Juan Luis, un amigo de las cavernas oscuras y profundas de Madrid - Phobia, D.H.,... (¡Eh, un momento! ¿Por qué escribo "..."?) No, no, no. Repetimos: Phobia y D.H. (¡Mucho mejor!)-. Él trabajaba en un banco y yo iba a la facul. Ese día tocaba huelgaza estudiantil, de esas de aquí te espero y Sartre por todos lados (mi generación era residuo de la generación hija de la generación de adoradores del Mayo del 68 y Sartre), y, algún que otro slogan chorra y estúpido como "Contra la precariedad del profesorado" -en vez de, digo yo, protestar contra la precariedad del alumnado-. Pude haberme quedado en la facultad pero decidí que, tal y como se había puesto de estupendo el hijo de cierto filósofo muy televisivo (y vascuence), cuyo nombre comenzaba por "A" y terminaba en "MADOR", decidí largarme a casa de mi drugo, quien me había prometido el weekend anterior enseñarme ciertos tesoros de melómano incorregible.

En su casa escuché ciertas bazofias y, después de declinar la opción de comer con él, decidí ir a la Gran Vía, donde, al menos por aquella época, uno encontraba tiendas fenomenales de música de segunda mano. Llegué, pesimista y cabizbajo -pensando en Sartre, en la decadencia de occidente, en un buen filete bien hecho, y en el declive de Lina Morgan- a la arteria más famosa de Madrid, con el permiso de la Calle Villalobos, Vallecas City, etcétera, y tomé la calle Montera en dirección a Sol, para luego doblar a mano derecha, donde me esperaría la Plaza del Carmen; allí, en una sombría esquina estaba "Sol Records" que tenía de todo (¡¡hasta cucarachas!!) y a muy buen precio; por ejemplo: dos cd's a 1200 pesetas; evidentemente, si los cd's fueran de Alex Sanz o de Camela, estaríamos hablando de un timo; pero, comprar el primer LP de Garden of Delight, o una primerísima edición en cd del Downrazor de Fields of The Nephilim, o... el mil veces divino "Unknown Pleasures" de Joy Division, a ese precio no sólo era una ganga sino que hasta te daban ganas de dejar propina.

Allí compré dos álbumes que, con el tiempo, se convirtieron en joyas de mi colección particular: "Unknown Pleasures", de Joy Division, y "The Sky's Gone Out" de Bauhaus. Al salir de aquella tienda costrosa, no pude evitar sacar mi reproductor de cd y enchufarme una buena dosis vía auricular de joy division, impaciente por saber qué clase de sonidos me esperaban dentro de aquellas dos adquisiciones. Jamás podré olvidar lo que sentí al escuchar por primera vez la primera canción de JOY DIVISION, aquel gran tema con el que comenzaba el álbum. "DISORDER" era el título...




Sonidos, druguitos míos, a los pocos segundos, que jamás los oídos de este humilde hermanito habían escuchado; un sonido salido de alguna cloaca como la mía, de algún barrio como el mío, de algún grupúsculo de muchachos como yo, disparado hacia el mundo desde una Manchester grisácea de finales de los 70. Aún hoy escucho con formidable entusiasmo esta pieza  que le puso en órbita aquella mañana en un griposo vagón de metro; no sé si "De Madrid al cielo", pero, desde luego, este cheloveco vuestro coqueteó durante unos minutos con el espacio exterior, y, sobre todo, se liberó de ese pretencioso y estúpido dark rock de los 90 que sólo charlaba de tonterías vampíricas y chorradas snobs a niveles supraintelectuales; aquel día me liberé del dark rock y de sartre a partes iguales, empecé a pensar en postpunk, kibbutz y anarquismo y, como esa batería del bueno de Stephen Morris, decidí convertirme en un obstinado y terco individualista, prescindir de filiación, estamparme de lleno en el rollo flanêur -como diría Baudelaire-. Existía vida más allá del asfalto y la expansión urbanística de los arrabales madrileños y, la descubrí gracias a esos "placeres desconocidos" de Joy Division.


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martes, 8 de febrero de 2011

Atando cabos deshilachados

Hace dieciocho años más o menos, en un momento en el cual se suponía que mi presente estaba definido y mi futuro ligeramente asegurado, el destino, o la casualidad ( o causalidad), elegid vosotros, quiso que un par de sucesos en concreto dieran al traste con esa pretendida estabilidad.



El resultado fueron unos cuantos días, cerca de un mes, de falsa libertad y algunas cosas más que, cuando son la novedad y quien las experimenta es demasiado ingenuo, te llenan los vacíos que otros dejaron tras ellos. El resultado fue la pérdida de un primer trabajo conseguido por la gracia de una tercera persona, un trabajo cerca de casa, porque claro, según qué sitios estaban muy lejos y eso no interesaba; la pérdida de la confianza familiar depositada en mí, por supuesto, y la obtención de calificativos como rebelde, conflictiva y cosas por el estilo. eso en cuanto al entorno; para mí, los hechos que desencadenaron lo que dio lugar a esta anécdota supusieron mi primera decepción en cuestiones familiar y laboral.



Bueno, el caso es que han tenido que pasar esos años que comento arriba para que me dé cuenta de cosas que siempre han estado ahí, pero que en su momento me pasaban desapercibidas. Y me pregunto por qué no nos dan un manual de instrucciones personalizado conforme al sujeto y momento en cuestión para hacer uso de nosotros mismos.



Cuando menos sería interesante y tendría su gracia.



"Procura que no baje tu autoestima"
"Intenta acercarte a tus metas"
"Te estás equivocando"



Algo así.
Un mensaje claro y conciso.
Tal vez muchos no lo necesiten pero hay que pensar en las minorías.
Siempre hay alguien demasiado obtuso o negado para saber utilizar sus pros y neutralizar sus contras.



¿Y a qué viene todo esto?



La respuesta es tan sencilla como increíble, bueno, en realidad es más increíble que sencilla.
A través de aquellos días borrosos vividos hace tanto tiempo ha llegado a mi memoria una tarde en concreto; en el bar musical de turno, pasados de vuelta todos, unos por unas cuantas cervezas y otros por cosas algo más caras y que no procedían de la barra. Una tarde verdaderamente aburrida, faltaban los clásicos que entretenían la velada y los asistentes matábamos la espera dándole a la juke-box. por aquel entonces lo que sonaba eran cosas tan diametralmente opuestas como el "sad but true" de metallica, algo que me ha acompañado mucho tiempo despues de aquella etapa y el "sweet harmony" de The beloved.



Bien; el caso es que tantas veces como intenté que sonara la balada tantas veces salió una canción estilo flamenco. Y no; no estaba perdidamente borracha; con el punto, como decíamos entonces, puede; pero borracha no. yo pulsaba el botón correcto y en vez de sonar lo que se suponía que debía escucharse comenzaban los rasgueos de una guitarra española. En aquel momento solo supuso una pequeña decepción; me apetecía oír esa canción y no hubo manera; pero con el paso del tiempo he llegado a creer que lo que pasó realmente fue que la canción se negó a sonar y huyó como pudo de aquel antro de almas en pena disfrazado de music-bar cool.



La experiencia más cercana que tengo de algo parecido fue en otro momento de tristeza extrema, más próxima al presente en el tiempo, la diferencia estriba en que la canción vino a hacerme compañía de una forma inesperada. como el brazo de un buen amigo sobre los hombros. porque a veces los nudos de los sentimientos están tan apretados que se necesita el bálsamo de una buena canción para conseguir deshacerlos.










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