miércoles, 9 de febrero de 2011

Placeres desconocidos

Fue una mañana del 98. Fui a casa de Juan Luis, un amigo de las cavernas oscuras y profundas de Madrid - Phobia, D.H.,... (¡Eh, un momento! ¿Por qué escribo "..."?) No, no, no. Repetimos: Phobia y D.H. (¡Mucho mejor!)-. Él trabajaba en un banco y yo iba a la facul. Ese día tocaba huelgaza estudiantil, de esas de aquí te espero y Sartre por todos lados (mi generación era residuo de la generación hija de la generación de adoradores del Mayo del 68 y Sartre), y, algún que otro slogan chorra y estúpido como "Contra la precariedad del profesorado" -en vez de, digo yo, protestar contra la precariedad del alumnado-. Pude haberme quedado en la facultad pero decidí que, tal y como se había puesto de estupendo el hijo de cierto filósofo muy televisivo (y vascuence), cuyo nombre comenzaba por "A" y terminaba en "MADOR", decidí largarme a casa de mi drugo, quien me había prometido el weekend anterior enseñarme ciertos tesoros de melómano incorregible.

En su casa escuché ciertas bazofias y, después de declinar la opción de comer con él, decidí ir a la Gran Vía, donde, al menos por aquella época, uno encontraba tiendas fenomenales de música de segunda mano. Llegué, pesimista y cabizbajo -pensando en Sartre, en la decadencia de occidente, en un buen filete bien hecho, y en el declive de Lina Morgan- a la arteria más famosa de Madrid, con el permiso de la Calle Villalobos, Vallecas City, etcétera, y tomé la calle Montera en dirección a Sol, para luego doblar a mano derecha, donde me esperaría la Plaza del Carmen; allí, en una sombría esquina estaba "Sol Records" que tenía de todo (¡¡hasta cucarachas!!) y a muy buen precio; por ejemplo: dos cd's a 1200 pesetas; evidentemente, si los cd's fueran de Alex Sanz o de Camela, estaríamos hablando de un timo; pero, comprar el primer LP de Garden of Delight, o una primerísima edición en cd del Downrazor de Fields of The Nephilim, o... el mil veces divino "Unknown Pleasures" de Joy Division, a ese precio no sólo era una ganga sino que hasta te daban ganas de dejar propina.

Allí compré dos álbumes que, con el tiempo, se convirtieron en joyas de mi colección particular: "Unknown Pleasures", de Joy Division, y "The Sky's Gone Out" de Bauhaus. Al salir de aquella tienda costrosa, no pude evitar sacar mi reproductor de cd y enchufarme una buena dosis vía auricular de joy division, impaciente por saber qué clase de sonidos me esperaban dentro de aquellas dos adquisiciones. Jamás podré olvidar lo que sentí al escuchar por primera vez la primera canción de JOY DIVISION, aquel gran tema con el que comenzaba el álbum. "DISORDER" era el título...




Sonidos, druguitos míos, a los pocos segundos, que jamás los oídos de este humilde hermanito habían escuchado; un sonido salido de alguna cloaca como la mía, de algún barrio como el mío, de algún grupúsculo de muchachos como yo, disparado hacia el mundo desde una Manchester grisácea de finales de los 70. Aún hoy escucho con formidable entusiasmo esta pieza  que le puso en órbita aquella mañana en un griposo vagón de metro; no sé si "De Madrid al cielo", pero, desde luego, este cheloveco vuestro coqueteó durante unos minutos con el espacio exterior, y, sobre todo, se liberó de ese pretencioso y estúpido dark rock de los 90 que sólo charlaba de tonterías vampíricas y chorradas snobs a niveles supraintelectuales; aquel día me liberé del dark rock y de sartre a partes iguales, empecé a pensar en postpunk, kibbutz y anarquismo y, como esa batería del bueno de Stephen Morris, decidí convertirme en un obstinado y terco individualista, prescindir de filiación, estamparme de lleno en el rollo flanêur -como diría Baudelaire-. Existía vida más allá del asfalto y la expansión urbanística de los arrabales madrileños y, la descubrí gracias a esos "placeres desconocidos" de Joy Division.


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